lunes, 23 de agosto de 2010

Dos siglos de Rocio Chico


Dos siglos de Rocio Chico
El pueblo de Almonte se volcó ayer con esta demostración de fe rociera a su patrona en su bicentenario · En 1810 la Virgen protegió a los almonteños de la venganza de las tropas francesas


El Santuario de la Reina de las Marismas volvió a ser escenario privilegiado de cómo el pueblo de Almonte renovó su voto de fe en agradecimiento a la protección que le brindó su patrona a la hora de evitar la espada de Damocles que pendía sobre su pueblo como venganza por los actos de insurrección protagonizados contra las tropas francesas en 1810.

En el bicentenario de estos hechos, los ciudadanos volvieron a mostrar su agradecimiento y rendir pleitesías con la celebración de unos actos litúrgicos que contrastan con el ambiente de suma algarabía que sirve de antesala a los fastos de Pentecostés. La ausencia de trajes de gitana y cantes por las arenas delata las raíces espirituales de una celebración que fue creciendo hasta recibir el apodo del Rocío Chico, con el que hoy se conoce a esta protestación de fe. No es de extrañar, por tanto, que media hora antes del inicio de la Eucaristía el santuario fuese ya un hervidero de gente que ocupaban todas las bancas de la ermita.

Al comienzo de la Eucaristía votiva se dio una breve lectura de los acontecimientos que se sucedieron durante la Guerra de la Independencia en que la ciudadanía sufría el asedio francés y cómo, finalmente, serían sojuzgadas por las tropas napoleónicas. Ni tan siquiera en estos momentos de ocupación el pueblo almonteño perdió la fe, como delata el trasladó de la imagen de su patrona para tener un sustento espiritual.

Entre los disturbios que se desarrollaron durante la época de la independencia cabe destacar la muerte del capitán Pierre Dossau a manos de un grupo de insurgentes. La acción desató la furia del Mariscal Soult que se encontraba de servicio en La Palma. Su orden no dejaba lugar a dudas de sus intenciones: quemar el pueblo y degollar a sus vecinos, para lo que decretó el envío de un batallón de 800 infantes Retirandose estos en la inmediata Villa De Pilas y mandando noticias de esta al vecino pueblo de Hinojos, quien avisaba de la retirada de la tropa. Ante esta orden dictada el 18 de agosto de 1810, los ciudadanos se encomiendan a su patrona, que les protege y evita el inminente derramamiento de sangre.

Un milagro que tres años más tarde (1813) se convertiría en un solemne voto de acción de gracias que germina en esta celebración hoy día multitudinaria.

Tras la lectura de la génesis de esta celebración tuvo lugar una emotiva Eucaristía oficiada por el obispo de Huelva, José Vilaplana, la cual fue concelebrada por prelados de la provincia, el párroco almonteño, José García, y el obispo auxiliar y administrador apostólico de Bilbao, Mario Iceta, quien este año ha sido invitado a la celebración del triduo preparatorio. Vilaplana volvió a realizar un sermón con enormes reminiscencias históricas de los famosos acontecimientos que precedieron a este voto que se refrenda cada año perpetuando esa gratitud por la protección brindada por la Blanca Paloma. El prelado precisó que no es necesario remontarse a épocas pasadas para que los cristianos tengan presente que María "nos sigue amparando". Ensalzó la verdadera vocación de fe de la que hicieron gala los almonteños en unos tiempos en los que eran conscientes de que "podían arrebatarles la vida, pero no así el alma". El obispo Vilaplana recordó que cada día se producen escenas de verdaderas estampas de devoción popular que quizás pasan desapercibidas por el escaso eco que encuentran en los medios de comunicación, si bien evidenció que "los cristianos seguimos teniendo constancia de Dios por muchas vendas de problemas que tengamos".

Como marca la tradición, al finalizar la Eucaristía se celebró la procesión del Santísimo bajo palio a través del Santuario de la Blanca Paloma. A pesar de que el sol ya se asomaba a las marismas con fuerza, los miles de fieles aguantaron apostados en la sombra el desfile con la curia eclesiástica, respaldada por una amplia comitiva encabezada por el presidente de la Hermandad Matriz, José Joaquín Gil, y representantes institucionales y de las fuerzas de seguridad. A su estela, el obispo portando la Custodia con el cuerpo de Cristo bajo palio.

Aunque el desfile fue el culmen de los actos litúrgicos, la verdadera protestación de fe se desarrolló en el subconsciente de los almonteños, sabedores de que todo un pueblo sobrevivió a la sed de venganza gabacha gracias al milagro y la intermediación de la Virgen del Rocío, a la que sus fieles se acogieron para evitar el derramamiento de sangre.

A expensas de una comunicación oficial por parte de la Hermandad Matriz, Ayuntamiento o fuerzas de seguridad, que cuantifique el número de devotos que participaron en la celebración del Rocio Chico, lo cierto es que es difícil que se cumplan las previsiones iniciales que hablaban de recibir a 100.000 visitantes. Es más, algunas fuentes consultadas por este periódico reconocían que quizás no se llegó ni a la mitad.

La práctica ausencia de equinos, charretes o carriolas en toda la aldea revelan que este año la presencia de rocieros ha sido mucho menor. Las razones hay que buscarlas en la omnipresente crisis económica y en el hecho de que los fastos litúrgicos tengan lugar en días laborables.

Aun así, el pasado año la celebración tampoco cayó en fin de semana y, a pesar de ello, la concurrencia fue mucho mayor. En concreto, el presidente de la Hermandad Matriz, José Joaquín Gil, no tardó en lanzar una propuesta al alcalde almonteño, Francisco Bella, sobre la posibilidad de decretar el día 19 de agosto como fiesta local al objeto de poder garantizar la presencia de los fieles almonteños. La petición extraoficial topa con la legislación de régimen local que atribuye a los ayuntamientos la potestad de elegir únicamente dos días festivos al año, ya ocupados por el Lunes de Pentecostés y el de feria. Ni que decir tiene que en la actual coyuntura económica la propuesta está más que olvidada.

Durante estos días la aldea ha vuelto a ser centro neurálgico de la fe mariana y hasta el santuario se han trasladaron miles de devotos llegados desde todos los rincones de España. Llamados por volver a ver a la Reina de las marismas son muchos los que han vuelto a ocupar sus viviendas en este marco incomparable y renovar sus votos de fe celebrando la Eucaristía y todos los actos litúrgicos que con motivo de esta cita se desarrolla en el Santuario. Los días 16, 17 y 18 se han venido celebrando el triduo preparatorio a cargo del reverendo Mario Iceta, Obispo Auxiliar y Administrador apostólico de Bilbao. Rememorando la vigilia que vivieron los almonteños el 18 de agosto de 1810, cuando se refugiaron junto a la Blanca Paloma, rezaron el Santo Rosario y cantaron por las calles de la aldea con el Simpecado de la Hermandad Matriz.



Huelva informacion

No hay comentarios: