En este articulo queremos que sirva de introducción , para el conocimiento de la realidad que asolaba España con la invasión de las tropas napoleónicas.
fijémonos en la situación de las milicias españolas y los escasos medios a los que estaban sometidos.
Aún puede constatarse en la
Andalucía napoleónica otra área de especial relevancia insurgente, donde los
intereses bonapartistas no están exentos de ataques y emboscadas a la menor
oportunidad. En este caso también se trata de un camino y más concretamente de
un determinado tramo del camino real de Sevilla a Badajoz.
El tramo en cuestión coincide con
la parte de dicho itinerario que discurre por los abruptos parajes de la Sierra
Morena occidental, adscritos a la Sierra de Aracena y enclavados en el término
municipal de la localidad de El Ronquillo.
El peligro que acecha a cada
vuelta de este camino es una realidad no poco lamentada por los franceses, como
se advierte en las palabras del capitán Auguste Petiet, edecán del mariscal
Soult: la route de Séville à El Ronquillo n´était pas sûre; de
nombreuses
guérillas la parcouraient souvent et attaquaient dans les montagnes les soldats
isolés ou les convois33.
33. “...el camino de Sevilla a El
Ronquillo no era seguro; numerosas guerrillas lo recorrían frecuentemente y
atacaban
en las montañas a los soldados
aislados o a los convoyes”. Petiet, Auguste.
Mémoires du Général Auguste
Petiet, hussard de l´Empire. Souvenirs historiques, militaires et
particuliers, 1784-1815. París: Éditions S.P.M.,
1996. Pág. 325. Guerrilla y
geografía: el movimiento
insurgente en el mapa de la Andalucía
napoleónica (1810-1812)
Francisco Luis Díaz Torrejón
“Los desastres de la guerra”. Goya.
«El 20 a las nueve de la
mañana apareció la cabeza de la columna enemiga
por las primeras
alturas del camino del Viso y por los partes que recibí
no me dejaron
duda de la gran fuerza con que venía. (…) La Vanguardia
se batió
bizarramente, pero superada por el número tan excesivo tuvo que ceder (…) su
retirada fue con orden. (…) me dirigí al regimiento de Baylen que estaba mas
próximo al punto por donde venia el enemigo y por mi mismo mandé romper el
fuego, pero este regimiento en el que yo estaba con todo mi Estado Mayor apenas
descargó sus fusiles, quando se puso en el mayor desorden y se retiró
precipitadamente sin que mis esfuerzos, el de los oficiales que estaban conmigo
y el de los suyos pudieran obligarles a cumplir con su deber (…) Al ruido de
los tiros, volvió naturalmente la tropa la cabeza y descubriendo a la
caballería enemiga, sin parar la atención en el número de esta, ni hacer otra
reflexión, gritaron la Caballeria, la Cavalleria y aunque me es sensible
decirlo, echaron a correr»
Las palabras de Girón son el
reflejo de la delicada situación en que el ejército español combatiría durante
casi toda la guerra. Las unidades se hallaban siempre incompletas de efectivos;
los soldados eran campesinos a los que casi nunca había dado tiempo de
instruir, sin ninguna experiencia de combate, sin conocer a su jefes ni estos a
su tropa, con deficiencias de vestuario y equipo y escaseces atroces de
alimentación –en ocasiones un puñado de arroz y unas mondaduras de naranja para
dos días- en definitiva, sin la necesaria cohesión, principio básico para
resistir en el combate ante
un enemigo más preparado. Nuestra
inferioridad endémica en caballería y la superioridad en número y en calidad de
la imperial –sin duda la mejor del mundo en la época- y su bien merecida fama
de causar víctimas por acuchillamiento entre la infantería al descubierto,
provocaban el pánico entre los soldados.
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